La Justicia Penal, Contravencional y de Faltas de la Ciudad de Buenos Aires condenó a un hombre que arrebató el teléfono celular a su pareja y, contra su voluntad, accedió a sus cuentas y revisó sus conversaciones privadas además de agredirla verbal y físicamente, a la pena de tres meses de prisión en suspenso, por el delito de violación de secreto y a la pena de 8 días de arresto en suspenso, por la contravención de maltrato doblemente agravado por el género y por mediar una relación de pareja, todo en un contexto de violencia de género.

Los delitos tuvieron lugar cuándo la víctima llegó a la casa que compartía con su pareja. El acusado comenzó a agredirla y, en ese contexto de violencia, le arrebató su teléfono celular y lo revisó con el objetivo de averiguar dónde y con quién había estado.

En los fundamentos del fallo, el sentenciante tuvo en especial consideración los tipos de violencia menos visibilizados que sufren las mujeres como la violencia psicológica, económica y simbólica y sostuvo que las conductas sancionadas tienden a “expresar y consolidar el ejercicio de la asimetría de poder, donde el varón violento, actúa para someter a la víctima a su voluntad, buscando controlar sus acciones, infundiéndole temor y limitando su autodeterminación”.

Para el juez, la violación de la privacidad de la víctima fue consumada como una forma de control por parte del agresor de género, quien invadió un espacio en relación al cual ella tenía una razonable expectativa de privacidad, reconocida constitucional y normativamente.

Según datos especializados, provistos por organismos internacionales como PNUD en sus campañas de concientización y visibilización de los hechos de violencia de género, el 84% de las mujeres entre 15 y 19 años piensan que este tipo de prácticas no es violencia de género. Sin embargo, la exigencia, aún cuando resulte finalmente consentida por la víctima, de compartir las contraseñas, de permitir que revisen el celular, los mails, las redes o el WhatsApp, a pesar de no ser percibida como una indebida injerencia en la privacidad, es una forma de violencia naturalizada, que debe comenzar a ser visibilizada.